martes, 13 de enero de 2009

EL NIÑO QUE NACIÓ DE UN TOMATE

Aquí es donde vivo, en el barrio de Mile-End en Montreal. Todos creen que soy canadiense francés.

Porque sueño, yo no lo estoy. Porque sueño, yo no lo estoy.

Los que no creen más que su propia verdad... me llaman Leo Lauzon. Dicen que es mi padre. Pero yo sé que no soy su hijo. Porque ese hombre está loco, y yo no. Porque sueño, yo no lo estoy. Como se mantenía escondido, nunca vi la cara de mi verdadero padre. Ante la histeria de mi madre... el doctor no tuvo valor... para decirle que estaba embarazada... de un tomate contaminado. Desde este sueño, exijo que me llamen... Leolo Lozone. Nadie tiene derecho a decir que no soy italiano. Italia es demasiado bonita para pertenecer sólo a los italianos. Entre mi habitación y Sicilia hay 6.889 km. Entre mi habitación y la casa de Bianca hay 5,80 metros. Y sin embargo; ¡está tan lejos de mí! Bianca, amor mío. Bastan tres palabras para escribir:

Bianca, amor mío.

He tomado el camino más corto. No intento recordar las cosas que ocurren en los libros. Lo único que le pido a un libro... es que me inspire energía y valor. Que me diga que hay más vida de la puedo abarcar. Que me recuerde la urgencia de actuar. Era el único libro que había en casa. Nunca me pregunté cómo había ido a parar allí. Era gordo. Las palabras se amontonaban. Y exigían gran concentración para desvelar sus secretos. En casa, nunca vi a nadie leer o escribir. La tele y los carteles publicitarios invadían mi mente. Al principio, sólo leía las frases subrayadas sin entender demasiado. Recuerdo haber querido dejarlo porque no tenía ilustraciones.

Sólo encuentro momentos felices de soledad. Mi soledad es mi palacio. Ahí tengo mi silla, mi mesa y mi cama, mi viento y mi sol. Cuando me siento fuera de mi soledad, estoy sentado en el exilio. Estoy sentado en "El País del Engaño".

Porque sueño, yo no lo estoy. Como sueño, no estoy loco. No lo estoy. Como sueño, no lo estoy.



Con estas palabras arranca esta película; Léolo. Densa, llena de imágenes preciosas, repulsivas en otras ocasiones, como esta canción, cuya voz se mueve entre lo bello y lo estridente.




Elijo esta película como continuación a lo planteado anteriormente, a las necesidades y a los denotantes, así como por esos momentos que logran emocionarme poderosamente.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Si, llena de palabras bellas y debieron plasmarse en un libro, en un buen libro, no en una mala película. Lástima.

Anónimo dijo...

Hola, holita:
A mí tampoco me gustó esta película. Había momentos tiernos e interesantes, claro, pero no es una película que me apetezca verla otra vez.
Un saludito.
Flanders.

Granito dijo...

A mi me pareció una película buena y muy interesante, además de bella por momentos. Además en cuánto a la parte escátologica se parece más a nuestras vidas que por ejemplo las de Tarantino, al fin y al cabo, mmm, siempre he intuído que no solo yo voy al baño y hago esas cosas, en cambio eso de ir metiendo tiros y sablazos a bocajarro a los demás no parece tan habitual en nuestras occidentales vidas. Todo esto siempre que no hable uno metáforicamente claro que si no igual se invierte el argumento...

Anabel dijo...

Bueno, menos mal que a alguien sí que le gustó la película. Creo que enlazaba muy bien con los juegos de la mente de los que hablaba, la escritura como salvación. Y la verdadera lástima es que el director ya no esté entre nosotros. Gracias amigos.

Anónimo dijo...

Si, lástima que no se hubiera muerto antes de hacer la peli. Guapa.
Micky Nadal.

Anónimo dijo...

Tampoco hay que desearle el mal a nadie ¿no?
Flanders. ¡Viva el Obamita!

Anónimo dijo...

Es una película que tiene de todo, de lo oscuro a lo luminoso y no deja a nadie indiferente (a los comentarios me remito). Solo por la canción de Bianca ya vale la pena. Y luego tenemos el asunto de la imaginación del protagonista que enlaza con el tema de la creatividad tan querido para la muchacha de la torre. En resumen: a mi me gustó y al que no, pues solo decirlo pero con elegancia, rico.