viernes, 13 de marzo de 2009

PRESENCIA

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.
San Juan de la Cruz "Cántico espiritual"

Hacía días que rondábanme estos versos por la cabeza, así como el deseo de ver los almedros floridos un año más por esos caminos de campo que me conducen día tras día. Llegaron, parece que se fue el frío y yo, no puedo más que rendirme ante esa combinación perfecta.

lunes, 2 de marzo de 2009

FLOTAR EN EL CIELO

Mientras paseábamos esta mañana hablábamos de las alturas, de la importancia de volar y también, aunque ninguno de los dos lo mencionáramos, de la caída libre. Por ciertas circunstancias, nuestros pasos nos condujeron hacia los poemas de Girondo, pero no conseguíamos recordar la película en la que los conocimos . A pesar de que no entrañaba demasiada dificultad, sólo logramos decir "corazón". Al llegar a casa, nada más introducir la llave en la cerradura y como siempre, apareció todo, como una luz. Estuve entonces releyendo algunos de esos poemas, estuve pensando en las casualidades al reencontrarme con los cuadros de Chagall -amar y volar- pensé, y lloré, quién sabe si por esa mezcla de la que se componen los cuerpos o aún más allá, los hechos.

Así que tenía pensada otra película para esta tarde rara, pero no tuve elección. Creo que la mañana y las horas se confabularon y yo... cierro los ojos, me meto en el cuadro, quiero ser la chica de azul, aquella que niega rotundamente con la mano tendida y el corazón que... el corazón tenga lados oscuros.


Marc Chagall "Sobrevolando la ciudad"

No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! y en esto soy irreductible no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. ¡Si no saben volar pierden el tiempo las que pretendan seducirme! Esta fue y no otra la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres ¡Con que impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte. Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo. ¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo! Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo "Espantapájaros"