jueves, 22 de enero de 2009

LA MELANCÓLICA BANALIDAD COTIDIANA



Melancólicamente banal, banalmente cotidiana, algo así o así me encuentro yo esta noche. Acabo de terminar un libro que empecé a leer por puro azar y me he permitido abstraerme entre sus recovecos. Para muchos esto supone una tontería, para mí es algo mágico que perdura mucho más allá de sus páginas y de este espacio y tiempo.
No hablaré sobre esta novela porque ya existen millones de documentos escritos aquí y allí que dicen mucho más y mejor de lo que yo pudiera expresar, pero sí dejo un texto y una de las canciones que aparece en ella como si fuera mi cuaderno de notas, pero en limpio.


"Sin embargo, ahora la primera imagen que se perfila en mi memoria es la de aquel prado. El olor de la hierba, el viento gélido, las crestas de las montañas, el ladrido de un perro. Esto es lo primero que recuerdo. Con tanta nitidez que tengo la impresión de que, si alargara la mano, podría ubicarlos, uno tras otro, con la punta del dedo. Pero este paisaje está desierto. No hay nadie. No está Naoko, ni estoy yo. «¿Adonde hemos ido?», pienso. «¿Cómo ha podido ocurrir una cosa así? Todo lo que parecía tener más valor —ella, mi yo de entonces, nuestro mundo— ¿adonde ha ido a parar?». Lo cierto es que ya no recuerdo el rostro de Naoko. Conservo un decorado sin personajes.

Aunque, si me tomo el tiempo suficiente, puedo revivir su imagen. Sus manos pequeñas y frías, su pelo liso, tan bonito y agradable al tacto; los lóbulos de sus orejas, suaves y carnosos, y el lunar que tenía debajo; el elegante abrigo de piel de camello que solía llevar en invierno; su costumbre de mirar fijamente a los ojos cuando hacía una pregunta; el ligero temblor que, por una u otra razón, vibraba en su voz (como si estuviera hablando en lo alto de una colina barrida por un fuerte viento). Al sobreponer estas imágenes, su rostro emerge de repente. Primero se dibuja su perfil. Tal vez porque Naoko y yo solíamos andar el uno al lado del otro. Por eso el perfil es lo que primero emerge en mi recuerdo. Después ella se vuelve hacia mí, me sonríe, ladea la cabeza, me habla y me mira fijamente a los ojos. Tal vez esperaba ver en ellos el rastro de un pececillo que cruzaba, veloz como una centella, el fondo de un manantial de aguas cristalinas.

Me lleva tiempo evocar su rostro. Y conforme vayan pasando los años, más tiempo me llevará. Es triste, pero cierto. Al principio era capaz de recordarla en cinco segundos, luego éstos se convirtieron en diez, en treinta segundos, en un minuto. El tiempo fue alargándose paulatinamente, igual que las sombras en el crepúsculo. Puede que pronto su rostro desaparezca absorbido por las tinieblas de la noche. Sí, es cierto. Mi memoria se está distanciando del lugar donde se hallaba Naoko. De la misma forma que se está distanciando del lugar donde estaba mi yo de entonces."

"Tokio Blues" Haruki Murakami

martes, 13 de enero de 2009

EL NIÑO QUE NACIÓ DE UN TOMATE

Aquí es donde vivo, en el barrio de Mile-End en Montreal. Todos creen que soy canadiense francés.

Porque sueño, yo no lo estoy. Porque sueño, yo no lo estoy.

Los que no creen más que su propia verdad... me llaman Leo Lauzon. Dicen que es mi padre. Pero yo sé que no soy su hijo. Porque ese hombre está loco, y yo no. Porque sueño, yo no lo estoy. Como se mantenía escondido, nunca vi la cara de mi verdadero padre. Ante la histeria de mi madre... el doctor no tuvo valor... para decirle que estaba embarazada... de un tomate contaminado. Desde este sueño, exijo que me llamen... Leolo Lozone. Nadie tiene derecho a decir que no soy italiano. Italia es demasiado bonita para pertenecer sólo a los italianos. Entre mi habitación y Sicilia hay 6.889 km. Entre mi habitación y la casa de Bianca hay 5,80 metros. Y sin embargo; ¡está tan lejos de mí! Bianca, amor mío. Bastan tres palabras para escribir:

Bianca, amor mío.

He tomado el camino más corto. No intento recordar las cosas que ocurren en los libros. Lo único que le pido a un libro... es que me inspire energía y valor. Que me diga que hay más vida de la puedo abarcar. Que me recuerde la urgencia de actuar. Era el único libro que había en casa. Nunca me pregunté cómo había ido a parar allí. Era gordo. Las palabras se amontonaban. Y exigían gran concentración para desvelar sus secretos. En casa, nunca vi a nadie leer o escribir. La tele y los carteles publicitarios invadían mi mente. Al principio, sólo leía las frases subrayadas sin entender demasiado. Recuerdo haber querido dejarlo porque no tenía ilustraciones.

Sólo encuentro momentos felices de soledad. Mi soledad es mi palacio. Ahí tengo mi silla, mi mesa y mi cama, mi viento y mi sol. Cuando me siento fuera de mi soledad, estoy sentado en el exilio. Estoy sentado en "El País del Engaño".

Porque sueño, yo no lo estoy. Como sueño, no estoy loco. No lo estoy. Como sueño, no lo estoy.



Con estas palabras arranca esta película; Léolo. Densa, llena de imágenes preciosas, repulsivas en otras ocasiones, como esta canción, cuya voz se mueve entre lo bello y lo estridente.




Elijo esta película como continuación a lo planteado anteriormente, a las necesidades y a los denotantes, así como por esos momentos que logran emocionarme poderosamente.

martes, 6 de enero de 2009

LOS JOYCE, entre otros

"Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema".

James Joyce (Ulises)

O viceversa. Unos días en Eire para tomar el aire, nunca mejor dicho, me han dejado con una salud más que penosa. De cualquier modo, me he quedado un tanto perpleja del partido que sacan los dublineses a su pasado, prácticamente y sin exagerar demasiado, hasta en los aseos podías encontrar placas conmemorativas recordando su historia, a sus escritores, su lengua, su música, su religión, su guinness… y qué decir de sus tréboles y arpas.

Una mañana, en la que me encontraba especialmente mal me quedé frente al televisor viendo documentales, por supuesto de producto regional. Para mi sorpresa hablaban de Joyce, algo completamente inesperado dadas las circunstancias. Sin embargo, sí que me sorprendió que centraran mucho más la atención en su hija, Lucia Joyce sobre la que he encontrado por aquí bastante material. Sin ir más lejos una obra en la que se basaban para el documental “To dance in the wake” de la profesora Carol Loeb Shloss parece ser una fuente bastante completa de las tramas más luminosas y oscuras de ambos personajes.


Dado mi interés, no sólo malsano, por los personajes marginales, he empezado a indagar para mi composición de detonantes creativos, y de momento no encuentro mentes rebosantes de bienestar emocional y psicológico, más bien al contrario y quizás, y en eso estoy, es que todo lo creativo se deba a una correspondencia con los demonios que llevamos dentro. ¿Será este el verdadero fuego de la creación?


“La emoción trágica, efectivamente, es una cara que mira en dos direcciones: hacia el terror y hacia la piedad, y ambos son fases de ella. Habrás visto que uso la palabra paraliza. Quiero decir que la emoción trágica es estática. O más bien que la emoción dramática lo es. Los sentimientos excitados por un arte impuro son cinéticos, deseo y repulsión. El deseo nos incita a la posesión, a movernos hacia algo; la repulsión nos incita al abandono, a apartarnos de algo. Las artes que sugieren estos sentimientos, pornográficas o didácticas, no son, por tanto, artes puras. La emoción estética es por consiguiente estática. El espíritu queda paralizado por encima de todo deseo, de toda repulsión”.

Retrato del artista adolescente.