viernes, 14 de diciembre de 2007

ME BASTA ASÍ

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría (a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir: con la boca),
y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea
tu mismo olor,
y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese Dios,
haría lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).


Ángel González

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No tengo que inventarte pues ya existes y eres como soñé.

Anónimo dijo...

Esta madrugada ha fallecido Ángel González. Una tremenda pérdida.
En 1955 presenta su primer libro, Áspero mundo, al Premio Adonais y recibe un accésit. Después le seguirían poemarios fundamentales como Sin esperanza, con convencimiento (1961); Grado elemental (1961), Tratado de urbanismo (1967), Breves acotaciones para una biografía (1971), Prosemas o menos (1983), Deixis de un fantasma (1992) y su último libro, Otoño y otras luces (2001).

Quise, a Susana Rivera

Quise mirar el mundo con tus ojos / ilusionados, nuevos, / verdes en su fondo / como la primavera. / Entré en tu cuerpo lleno de esperanza / para admirar tanto prodigio desde / el claro mirador de tus pupilas. / Y fuiste tú la que acabaste viendo / el fracaso del mundo con las mías. por Ángel González

Siempre en nuestro corazón.

Marta Zafrilla dijo...

Dejas abandonados bellos versos, Ángel, pero en buenas manos.

Anabel dijo...

Gracias Marta. Un placer verte por aquí.