Mientras paseábamos esta mañana hablábamos de las alturas, de la importancia de volar y también, aunque ninguno de los dos lo mencionáramos, de la caída libre. Por ciertas circunstancias, nuestros pasos nos condujeron hacia los poemas de Girondo, pero no conseguíamos recordar la película en la que los conocimos . A pesar de que no entrañaba demasiada dificultad, sólo logramos decir "corazón". Al llegar a casa, nada más introducir la llave en la cerradura y como siempre, apareció todo, como una luz. Estuve entonces releyendo algunos de esos poemas, estuve pensando en las casualidades al reencontrarme con los cuadros de Chagall -amar y volar- pensé, y lloré, quién sabe si por esa mezcla de la que se componen los cuerpos o aún más allá, los hechos.
Así que tenía pensada otra película para esta tarde rara, pero no tuve elección. Creo que la mañana y las horas se confabularon y yo... cierro los ojos, me meto en el cuadro, quiero ser la chica de azul, aquella que niega rotundamente con la mano tendida y el corazón que... el corazón tenga lados oscuros.
No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! y en esto soy irreductible no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. ¡Si no saben volar pierden el tiempo las que pretendan seducirme! Esta fue y no otra la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres ¡Con que impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte. Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo. ¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo! Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
Oliverio Girondo "Espantapájaros"
6 comentarios:
El lado oscuro del corazón, eso era. Corazón, quizás "los amantes" (ya no había otro nombre para ellos) se quedaron ahí, en esa palabra, porque era la más hermosa, sin lados oscuros, sin dobleces, sólo corazón. Caída libre después, pero volar ha merecido la pena. Luego tienes el corazón estrujado, porque cuando uno vuela, aunque sea una vez, todo lo demás le parece pobre.
Curro, el Palmo.
Hombres y mujeres ligeros flotando en el cielo como Pedro que de tan leve se desvaneció y seguramente encontró la felicidad. A mí también me gustaría flotar así.
Schariar
¿Y que es sino la vida? Un permanente vuelo por el letargo de nuestro tiempo...
aunque flotar en el cielo es algo más profundo, más díficil, requiere de una profundidad interior y de alguién especial, alguién como...
¿tú?
¿Quién nos pone plomo en las alas para que no podamos volar? ¿Quién?
Con lo bien que se lo pasan los angelillos.
Flanders
¿Se puede vivir sin volar?.
- Se puede, claro que se puede - responderá alguno.
- Ah, pero eso no es vivir.
Dirá quién preguntaba, yo por ejemplo.
En días como hoy, y por esta geografía, me despeino, me resbalo por las hojas, me agarro a las ramas, subo... No son alas, no es amor, sólo el viento que desordena las páginas de los libros.
Gracias a, con, de, pues y por.
Muuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaaaaaa
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