Tres siglos atrás, digamos que una mañana de mil setencientos y muchos, dicen las buenas lenguas que Horatio Walpole al acabar la lectura fabulosa de Los tres príncipes de Serendip se entusiasmó tanto, tanto, tantísimo que inventó una nueva palabra acuñando el nombre del reino de los príncipes. También dicen esas mismas lenguas que relacionó el neologismo con la historia que en dicha fábula se narraba, definiéndola como algo azaroso y sin embargo, importante.
Pues veamos ¿os parece?
Pensemos en nosotros mismos, en un acto cotidiano y sencillo, por ejemplo el aquí y ahora, el tú y el yo en Internet. Pues aquí estamos los dos, con la intención de mirar algo en concreto, quizás el correo, un autor, las letras de una canción, un curso, un blog… Y de repente, nos sucede algo: nuestra intención se desvía. Hemos visto una palabra sorprendente, hemos ido a ella y nos ha descubierto un libro maravilloso que a partir de este preciso momento formará parte de nuestras vidas…o… un blog enlazando a otro y a su vez en el otro, un vínculo, que nos despierta el deseo de querer viajar a toda costa a Cabo Poinsett (o a Cuenca quizás) o de experimentar con la fotografía... o nos desvela una loca pasión por la cocina, por la pintura, por la música… Y el resultado es que al final de los finales (pensemos que inacabados siempre) encontramos algo inesperado, algo que podríamos definir como el hallazgo significativo de lo que no habíamos programado y que, sin embargo, y desde entonces, formará ya parte de nuestras vidas.
Su nombre (castellanizado y chirriante): serendipia. No hace falta ejemplificar mucho con lo ajeno para entender este concepto, estoy segura de que nos pasa a todos a lo largo de la vida y ¿qué son nuestras vidas sino eso y un poco más?
Umberto Eco en Serendipities: Language and Lunacy (New York Columbia University Press, 1998) nos habla sobre la importancia del viaje más que del destino, o más aún, que en las condiciones de los viajes reside una gran parte de las características del destino efectivo.
Ya lo dijo Machado, dudando yo que conociera el término, por dudar, mas indudablemente expresándolo maravillosamente en verso:
Pensemos en nosotros mismos, en un acto cotidiano y sencillo, por ejemplo el aquí y ahora, el tú y el yo en Internet. Pues aquí estamos los dos, con la intención de mirar algo en concreto, quizás el correo, un autor, las letras de una canción, un curso, un blog… Y de repente, nos sucede algo: nuestra intención se desvía. Hemos visto una palabra sorprendente, hemos ido a ella y nos ha descubierto un libro maravilloso que a partir de este preciso momento formará parte de nuestras vidas…o… un blog enlazando a otro y a su vez en el otro, un vínculo, que nos despierta el deseo de querer viajar a toda costa a Cabo Poinsett (o a Cuenca quizás) o de experimentar con la fotografía... o nos desvela una loca pasión por la cocina, por la pintura, por la música… Y el resultado es que al final de los finales (pensemos que inacabados siempre) encontramos algo inesperado, algo que podríamos definir como el hallazgo significativo de lo que no habíamos programado y que, sin embargo, y desde entonces, formará ya parte de nuestras vidas.
Su nombre (castellanizado y chirriante): serendipia. No hace falta ejemplificar mucho con lo ajeno para entender este concepto, estoy segura de que nos pasa a todos a lo largo de la vida y ¿qué son nuestras vidas sino eso y un poco más?
Umberto Eco en Serendipities: Language and Lunacy (New York Columbia University Press, 1998) nos habla sobre la importancia del viaje más que del destino, o más aún, que en las condiciones de los viajes reside una gran parte de las características del destino efectivo.
Ya lo dijo Machado, dudando yo que conociera el término, por dudar, mas indudablemente expresándolo maravillosamente en verso:
“Caminante no hay camino/se hace camino al andar”...
Quizás sea de esa misma manera como tú me has encontrado a mí aquí: click, click, click (pero no, qué va, eso sería demasiado decir…).
4 comentarios:
No conocía la palabra más que por la película Serendipity, comedia romática que creo está levemente inspirada en lo que cuentas Anabel. Más leido y aprendido el exacto sentido, origen y significado del término gracias a tus enseñanzas veo que el guionista de la mencionada cinta era un patán que no sabía lo que tenía entre manos.
Mola la entrada y como dices al final, quiero mmmmmmmmmmaaaaassssssssssssssss.
Besos.
Esta entrada me ha recordado un cuento de W. Somerset Maugham titulado "El Sacristán".
No se si lo que en el relata puede calificarse exactamente de serendipia, pero en sentido amplio ilustra a modo de parábola las vueltas que puede dar la vida por azar y creo que añadiendo también algo por nuestra parte.
"El cuento nos relata la historia de un abnegado sacristán que se ve obligado a renunciar a su cargo cuando el nuevo vicario de la aristocrática iglesia de San Pedro, en Londres, descubre que este eficiente servidor no sabía leer ni escribir.
Mientras regresaba a su hogar, nuestro apesadumbrado personaje sintió deseos de fumar. Buscó una cigarrería, pero no encontró ninguna. Entonces pensó que tal vez podría invertir sus limitados ahorros en arrendar un local en ese sector de la ciudad para vender cigarrillos. Y así lo hizo, con tal éxito que al año siguiente instaló otro local similar y al cabo de diez años era dueño de una cadena de puestos de cigarrillos y de distribución de diarios y revistas en la capital inglesa.
Fue, entonces, cuando el gerente del banco donde depositaba diariamente sus ahorros, lo invitó gentilmente a su oficina para sugerirle que – habiendo superado las treinta y cinco mil libras esterlinas en su cuenta corriente – el Banco deseaba proponerle invertir esta pequeña fortuna en acciones u otros instrumentos seguros de buena rentabilidad… El Banco se encargaría de todo… El sólo tendría que firmar los traspasos correspondientes. El ahora acaudalado cliente se excusó aduciendo que el único problema residía en que no sabría lo que estuviese firmando, por cuanto no sabía leer ni escribir, sólo firmar.
El gerente no podía creerlo… Con evidente asombro dijo: Esto es inaudito.. ¿Se imagina lo que habría llegado a ser usted si hubiese aprendido a leer y a escribir?
Ciertamente, señor – contestó nuestro personaje - Si así hubiese sido, sería todavía el sacristán de la iglesia de San Pedro, en Londres"
Que el azar nos sea siempre venturoso.
Hay una canción se Serrat que imagino conocerás que habla de estas cosas:
"Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué
ni me viniste a buscar.
Tú estabas donde
no tenías que estar;
y yo pasé,
pasé sin querer pasar.
Y me viste y te vi
entre la gente que
iba y venía con
prisa en la tarde que
anunciaba chaparrón".
Y afirmo que las serendipias / serendipidades y todos sus derivados existen y
lo digo con conocimiento de causa.
La entrada mola y la autora... ¡también!.
Cómo moláis vosotros. Me enorgullezco de tener a los mejores comentadores pelotas del bloguiverso (aunque lo diga en prosa). Un beso enorme y gracias.
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